El fútbol es imprevisible en todos los sentidos de la palabra. Destroza pronósticos, da lugar a sorpresas y provoca giros de guion impensables. Es un deporte caprichoso donde suceden cosas impensables un tiempo atrás.

Pierre-Emerick Aubameyang, que prometió a su abuelo que jugaría en el Real Madrid, ha asaltado el Bernabéu con la camiseta del eterno rival con dos goles y una asistencia. Y el FC Barcelona, que ve la Liga como un sueño imposible, reconquistó el feudo blanco tras años de sequía con un juego brillante y un resultado apabullante (0-4)

Xavi hizo pocos retoques respecto a la alineación que salió de Inicio en Turquía. Dembélé partió de inicio en detrimento de Adama, acompañando a Ferran y Aubameyang en punta.

Por detrás, Busquets, Frenkie y Pedri repetían como integrantes para llevar el timón en el centro del campo. El control de la pelota es innegociable para el técnico egarense. Sin embargo, renunció a la creatividad de Alves con balón para colocar a un Araujo más capacitado para contener la energía de Vinícius. Ancelotti, ante la ausencia de Benzema, apostó por ubicar a Modric como falso 9.

Los primeros compases del Clásico fueron frenéticos, sin complejos por parte de los dos equipos. Los locales avisaron primero con un remate de Valverde desde la frontal. Poco después, Aubameyang pudo abrir el marcador con un remate desde el punto de penalti. Leyó bien la internada de Ferran y dio dos pasos hacia atrás para deshacerse de Alaba y rematar a placer.

Quizás el gabonés cantó el gol antes de tiempo, porque el balón le cayó franco, pero el chut no fue limpio y Courtois pudo despejarlo. El belga se tuvo que esforzar un poco más para repeler el chut de Dembélé, atento para cazar el rechace.

Pero los azulgranas demostraron que están hechos de otra pasta con respecto a hace unos meses. La materia prima ha cambiado y la calidad se nota en el producto final.

El equipo ha madurado, tiene las ideas más claras, interpreta mejor el juego y tiene soluciones en todas las zonas para traducir el dominio en ocasiones.

Los interiores empezaron a bailar sobre el césped, marcando el ritmo del encuentro y siendo indetectables en zona de tres cuartos. Ante cada pérdida, los culés estaban bien posicionados para recuperar y cortar cualquier arreón blanco. Y Ferran y Dembélé, en los costados, volvían locos a Carvajal y Nacho.

El francés desbordó al hoy sustituto de Mendy para poner un centro que Aubameyang, ahora sí, envió al fondo de la red. Le gusta al francés la etiqueta de asistente y regalar goles a sus compañeros. Ante Osasuna el domingo pasado ya repartió dos. Hoy no podía ser menos. Antes del descanso, sirvió un balón delicioso desde el córner para que Aráujo, entrando como un avión, pusiera el 0-2.

El Barça disfrutaba como hacía tiempo que no lo hacía. Demasiado tiempo sin ganar al eterno rival. La última vez que lo hizo, Ernesto Valverde ocupaba el banquillo, y Rakitic anotó el único gol del encuentro.

Pasar por vestuarios no relajó al equipo, sino que le dio energía para ampliar la ventaja en el luminoso. Ferran tuvo el 0-3 a los pocos segundos de la represa. Enfiló sólo desde la divisoria para plantarse ante Courtois ante la mirada contemplativa de la zaga madridista. Tuvo tiempo para pensar dónde y cómo definir. Quizás demasiado. La pelota se marchó fuera.

Parecía que los fantasmas del gol volvían a atormentar al exjugador del City, pero los ahuyentó de un plumazo en la siguiente jugada. Aubameyang se vistió de Guti para sacarse un taconazo magistral de la chistera y dejarle a Torres el gol en bandeja. El valenciano le devolvió el favor al gabonés minutos después. Sólo ellos dos siguieron una acción aparentemente invalidada por fuera de juego. El VAR se encargó de validar el tanto.

La ansiada manita no llegó, aunque el Barça husmeó el quinto tanto. Pero los de Xavi han demostrado que ya están aquí. Había ganas de volver a veros.

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